
02 Ago El extraterrestre y la despoblación
Es verano, y este tiempo caluroso nos cambia irremediablemente los ritmos habituales de nuestro día a día, y es que muchas veces a una le cuesta mantenerse al 100%, sobre todo, en las horas a las que con más fuerza arrecia el sol. Si el otro día os confesaba que no me gusta la piscina, hoy os cuento lo mismo de la siesta; sin embargo, algún día que otro, acabo sucumbiendo al soporcillo de después de comer y, aunque intento no dormirme, acabo practicando irremediablemente la horizontalidad.
Y así estaba el otro día, sobre la cama, pero con el ordenador: saltando de página en página, viendo algún vídeo y leyendo lo que dicen propios y extraños, expertos y charlatanes sobre nuestra despoblación. Y me puse a pensar al hilo de cuántas cosas con más o menos acierto había leído. Y es que, ¡hay que ver las estupideces que dicen algunos!, ya no sé si para justificar que sigan hablando y hablando del problema sin poner solución, si es la evidencia de lo que significa no pisar y no conocer, o si porque políticamente interesa hacernos creer lo que no es, para seguir haciendo, no haciendo, o deshaciendo.
El caso es que me puse a pensar cuáles serían algunos de los elementos estructurales que podrían explicar a un extraterrestre que acaba de llegar a nuestro país, la extraña razón por la que la gente vive amontonada en ciudades como Madrid y Barcelona, pagando cientos de euros al mes por vivir en un cuchitril, mientras nadie quiere permanecer en esta tierra a la que le sobra espacio por los cuatro costados. ¿Quiere o puede, por cierto?
Y me imaginé contándole al extraterrestre que en España vivimos una terrible crisis territorial que se fundamenta en que el interior peninsular se vacía mientras que la mayoría de población se amontona en muy pocos espacios que empiezan a ser invivibles, como decía antes. Pero claro, al extraterrestre hay que aclararle, inmediatamente, que esta despoblación no es exclusiva del medio rural, sino que afecta también a los municipios más grandes, a las cabeceras de comarca y a las capitales de provincia; por lo que tendría que tener en cuenta, si quiere comprender algo, que nuestros pueblos se despueblan porque la gente se va a las ciudades, pero también porque al espacio geográfico que ocupan, ese interior peninsular, no se le ha garantizado el futuro y la estabilidad.
En este sentido, y siguiendo con la idea de crisis territorial, es evidente que a nivel estatal se apostó por el desarrollo de las grandes capitales, las industrias del norte y el turismo de costa, pero se dejó de lado esa inmensa parte del estado que se dedicaba, fundamentalmente, al sector primario, y al que se le negó su desarrollo y modernización. ¡Qué cosas!: los que mandaban abandonaron el espacio donde se producían los alimentos. Es aquí donde el extraterrestre se pregunta si es que los de este país no necesitan comer.
Yo entonces me emociono y con mucha vehemencia empiezo a explicarle que tampoco habría que olvidar que el actual modelo de propiedad de la tierra, el modelo de cultivo y trabajo y la propia PAC, cuyas ayudas han acabado beneficiando el desarrollo de las ciudades, son otro elemento fundamental para entender la despoblación de un inmenso territorio que tradicionalmente se dedicaba a la agricultura y la ganadería.
Tras el vaciamiento de ese interior peninsular, todo se precipita, sigo contándole a nuestro nuevo amigo: la economía de mercado, elemento fundamental e imprescindible para analizar este fenómeno, muestra su cara más cruda y la no intervención del estado provoca la desaparición precipitada del tejido económico existente, que alimenta a su vez a la propia despoblación. Para colmo, se ignora desde la administración el deber de cubrir los derechos fundamentales de todas las personas y se produce el desmantelamiento de los servicios públicos en el medio rural, dicen los que mandan, que por su alto coste económico.
Remato diciéndole que, por si fuera poco, culturalmente se ha propiciado el abandono de los pueblos y se ha favorecido la buena imagen de la vida en los entornos urbanos asociándolos a la imagen de éxito que, como país, los que mandan pretenden proyectar.
El extraterrestre me comenta que ve cierta lógica en todo lo que le cuento, que si expulsan a las personas de un territorio es lógico que a los que quedan no les presten ningún servicio, para cumplir el objetivo de vaciarlo y que así sea más barato atender a todas las personas que viven hacinadas en esas grandes ciudades. ¡Qué lucidez la de este ser!, me digo. Pero presto le aclaro que, a pesar de la evidencia, intentan convencernos de lo contrario.
Es entonces cuando me pregunta: y todo esto, ¿cuándo empezó? Pero me duermo. El verano hace estragos, y aunque no me gusta la siesta, he acabado hundiendo la cabeza en la pantalla del ordenador. Hay casi 40 grados.