29 Dic V de Virginia
No sé si de verdad me echabais de menos, o simplemente es más fácil decirle a una lo mucho que se la estima cuando no está dando la tabarra; pero por si acaso, y como la canción de Astrud (otra vez), he vuelto.
Más de un año sin radio, ¡yo!, que en la carrera me llamaban Historietas… Regreso por escrito y porque tengo ganas; y al menos por las mismas razones con las que llegué a los micrófonos unos años atrás. Y si antes nos ahogábamos por la falta de información veraz, la aparición de nuevos periódicos, podcast, revistas, cooperativas, redes, bloggers, etc. dibujan un horizonte que bien pudiera parecer la semilla que brota en la tierra baldía y se hace fuerte. Y no, no quería dejar de formar parte de ello. Si las obligaciones me robaron tanto tiempo como para estar ausente, al menos el tiempo que les robé yo a ellas sí lo invertí en leer y en pensar dónde quería estar.
Necesitamos juglares, trovadores, cronistas, reporteros que narren nuestra propia historia, que puedan dejar a nuestros sucesores testimonio de esto que estamos viviendo. Necesitamos voces, plumas, micrófonos, cintas que sean testimonio de aquello que a nosotros, habitantes del s.XXI, de Europa, de España, de Andalucía, de Lugo, de Corcos del Valle, nos está pasando.
Es necesario que el periodismo, entendido como la disciplina que se pone al servicio del ciudadano para poder contarle al mundo aquello que le está pasando, celebrar sus gestas y evidenciar las injusticias para cambiarlas, se meta en los barrios, llegue hasta el último pueblo perdido en la montaña, salga de los despachos, y ponga todo su potencial al servicio de la democracia, que no es sino el sistema político en el que el pueblo tiene el poder.
Vivimos tiempos difíciles, dicen algunos, pero las dificultades no se producen por generación espontánea. No son tiempos difíciles como es verano o invierno te guste o no. No son dificultades: nos están robando, esclavizando, engañando, deteniendo, asesinando. Y los asesinos tienen nombre y apellido. Quien de algo escribe, opina, y quien opina se posiciona, y quien se posiciona no es imparcial. Pretender lo contrario es pretender ser una ameba submarina. Y en estos tiempos, si queréis, difíciles, me dispongo en la situación del cronista que, desde la democracia, viene a contar lo que está pasando, lo que como hasta ahora nadie había nombrado no existía, y a cantar las victorias que nadie quiere celebrar; con todo lo presuntuoso, arrogante y altivo que es que yo, que no sé mucho de nada, diga esto.
Además, si lo que se dice muchas veces ya lo dice alguien mejor que yo en un medio mejor que este, ¿para qué iba yo a querer repetirlo?
En clave local para repercutir global desde una inevitable mirada personal. Cada lunes. Pero basta ya de hablar de mí que para eso hay una página que dice quién soy; que de nada sirve lo que en este post digo si nada dice lo que a partir de ahora escribo.