05 May V Centenario. Epílogo.
Hace 10 años, la semana previa al 23 de abril me fui a pasar un fin de semana de fiesta a León con tres compañeros de carrera. El sábado llovía a mares, no había mucho ambiente y no voy a contaros cómo, pero acabamos de vermut torero con un grupo de autóctonos que nos sacaba unos cuantos años: Antonio y amigas. Servidora y compañeros fuimos unos adelantados en lo del tardeo que ahora está tan de moda, aunque antaño era capaz de alargarlo hasta casi el día siguiente y ahora antes de las 12 estoy en la cama. Cosas de la edad, supongo. O del toque de queda.
Pues bien, entre cántico y cántico, porque así nos conocimos, cantando a grito pelado éxitos de ayer y de siempre en un bar, o precisamente por los cánticos, acabamos hablando del reparo e incluso aversión que ellos sentían hacia la fiesta que en Villalar íbamos a celebrar ese inminente 23 de abril (culpa nuestra por arrancarnos con las jotas). Pero como no solo éramos unos fiesteros incorregibles, sino que además éramos estudiantes de Historia, con el agravante de que yo acababa de presentar un trabajo sobre la revolución comunera en la asignatura de Historia moderna de España, el improvisado karaoke se convirtió durante unas cuantas horas en una clase sobre el protagonismo de León y su importancia en la Guerra de las Comunidades de Castilla.
Aquello acabó entontando el Canto de Esperanza entre todos, burgaleses, que de allí eran mis compañeros, vallisoletana y leoneses, antes de continuar la fiesta por los mejores garitos de la ciudad, gracias a Antonio y las dos amigas que junto a él sobrevivieron. Nunca olvidaré aquel viaje, pero estos días lo he recordado con especial entusiasmo entre debate y debate con leoneses y digámoslo así, demás escépticos, ora el pendón, ora el ¡Viva castilla!

Plaza Mayor de Villalar el 23 de abril. Fotografía de Javier Pérez Andrés.
El 23 de abril, podríamos decir, se celebran varias fiestas (a los que no la celebran ya les hemos conocido): la de quienes nos sentimos herederos del espíritu comunero, ya seas de Palencia o de Cuenca, el de las personas que reivindican un futuro para esta tierra, que casualmente, bien podemos asimilarla a lo que hoy llamamos la España vaciada y que casualmente también coincide con los límites del antiguo reino de Castilla; y quienes celebran el día de una comunidad autónoma, Castilla y León, que suelen identificarse también con los anteriores, pero entre los que hay a su vez quienes reniegan y se espantan del legado comunero y celebran Castilla y León el 23 de abril, pero no Villalar, por estar asociada esta fiesta a unos hechos revolucionarios y haber sido la campa históricamente lugar lógico y natural de reivindicaciones.

Viñeta publicada en el Norte de Castilla por Sansón, con motivo de la celebración del 23 de abril 2021.
En este grupo está la mayoría de nuestros dirigentes, que cuando han visto que, a pesar de su desidia y todos sus intentos para que este V Centenario no se celebrase, seguíamos adelante, se han visto forzados a, casi de la noche a la mañana, subirse al carro con una pirueta de interpretación histórica asombrosa en la que han equiparado a vencedores y vencidos, y situados muy a la altura de quienes lucharon por mantener al rey por encima de los intereses del reino, han celebrado una fiesta privada garantizándose que el espíritu popular no se mezclaba con ellos.
En cualquier caso, como tantas otras veces, la dignidad de la gente en la calle está por encima de la estulticia de quienes se sientan en los tronos y por eso, a pesar de las trabas, identificaciones personales por las fuerzas del orden incluidas, quienes pudimos nos acercamos a la campa para hacer, al menos, una ofrenda floral en el monolito. Quienes se montaron su propia fiesta a puerta cerrada no sé si obraron de tal manera por pacatos, por maldad o por ignorancia, pero buen desembolso tuvimos que hacer los contribuyentes para semejante operativo de la Guardia Civil, con tal de no verse mezclados con el común.
¿Hay quien puede pensar que Francia es un país de guillotinadores porque el día de su fiesta nacional sea el día de la toma de la Bastilla? Resulta extraño que quienes gobiernan la comunidad autónoma tengan tantos reparos con celebrarla a cuenta de los hechos históricos. Pero la realidad es que cada 23 de abril se abren los debates y tiemblan los cimientos, lo que me devuelve a mi fin de semana de fiesta en León.
Los símbolos muchas veces acaban siendo fuente de conflicto, pero los símbolos son, en realidad, lo vistoso del conflicto. Nadie puede creerse que los debates sobre la fiesta, el pendón morado, el carmesí o la bandera de Castilla y León merezcan tanta beligerancia. Pero claro, es que el problema no son los símbolos, ni la fiesta, ni el pendón. El problema de fondo, el mal que se ha enquistado, más allá de la cortedad de miras del gobernante de turno, es el de una comunidad autónoma no resuelta.
El plano histórico en que se da la confrontación no es el del s. XVI sino el del XX. Y hay que abordar de frente por qué genera tantos problemas esta fiesta. No se trata en esta ocasión de entrar a valorar las interpretaciones históricas de los hechos comuneros; debates superados en el s. XIX no, gracias. Cuando en León no quieren celebrar el 23 de abril no reniegan de las comunidades de Castilla, sino de una comunidad autónoma creada hace 40 años. Cuando yo llevo el pendón carmesí, que representa no solo a la actual Castilla y León, sino a un montón de provincias más, lo que era el antiguo reino de Castilla, porque para mí esta es una fiesta que tiene que sumar personas e identidades, no estoy tratando de excluir ni a la actual provincia de León ni a la antigua región de León, sino todo lo contrario, porque esta fiesta trasciende los límites autonómicos. Y eso es exactamente lo mismo que defendieron las instituciones hace dos años, cuando anunciaron un V Centenario a bombo y platillo como la fiesta de todos, con Toledo, Alcalá de Henares, Mora…, antes de que llegara Ciudadanos y una pandemia y deshicieran lo que ya les hemos contado.

Yo misma envuelta en el pendón carmesí el pasado 23 de abril en Villalar. Fotografía de Iris Vázquez.
Los símbolos y las banderas son útiles en cuanto a su capacidad para que mucha gente se vea representada en ellos; cuando sirven para segregar y confrontar no me valen, al menos no me valen en el ámbito público, evidentemente, en el ámbito privado cada uno reza al dios que le da la gana. Pero desengañémonos, nuestro problema no son los símbolos ni las banderas ni la campa ni las reivindicaciones que en ella se dan, sino la administración territorial, el desconocimiento profundo de la Historia, incluso reciente, de nuestros gobernantes, y el repelús que sienten por todo lo que les huela a amor propio de la gente de esta tierra. Y aunque yo prefiero borrar fronteras a imponerlas, para mí, las reivindicaciones leonesistas (y bercianas) son tan legítimas como lo pudieron ser hace 40 años las cántabras, las riojanas y por los pelos las segovianas. Cabría preguntarse por qué triunfaron unas y otras no y cómo se genera o degenera un sentimiento nacional; pero estos conflictos no se resuelven ni cambiando la fiesta ni mudando el pendón.
El 23 de abril es una fecha con una fuerza y un valor indiscutibles, muy lejos de la exaltación patriotera y muy cercanos a la reivindicación de derechos fundamentales de quienes habitan esta tierra. Quizás por eso los sillones de la Junta han tenido siempre tanto reparo con la celebración de su fiesta y se han implicado tan poco en que una parte de la comunidad autónoma pudiera sentirla como propia; no fuera que, al grito de comunidad, volvieran a levantarse sus ciudades para reivindicar futuro para la, por ellos mismos maltratada, comunidad autónoma de Castilla y León.

Artículo publicado en la contraportada de La mar de Campos en mayo de 2021.