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Si los pinares ardieron, aún nos queda el encinar


Vienen tiempos extraños… No sabemos cuándo volverá la normalidad que conocíamos, si es que debe volver esa normalidad, y día a día reinventamos distintas formas de vivir aquellas fechas que son para nosotros importantes.

Hemos tenido que reinventar la celebración de los cumpleaños y otros hitos relevantes que solíamos celebrar en comunidad. Desde hace semanas, es inevitable, todos miramos las futuras fiestas de nuestros pueblos con un sentimiento que viaja de la esperanza a la pesadumbre y de la pesadumbre al dolor. Es imposible no pensar en cómo será este verano: qué será de las piscinas, de las semanas culturales, de los festivales, las barbacoas… Y, probablemente, ya imaginamos la respuesta porque ya vamos atesorando experiencias: primero fue la Semana Santa y apenas dos semanas después la fiesta de nuestra comunidad.

El 16 de abril de 2020 se cumplieron 500 años de la sublevación de la ciudad de Toledo contra el rey Carlos I y sus aspiraciones de proclamarse emperador a costa de los caudales castellanos; por resumirlo brevemente. El pasado 16 de abril fue el día 1 del año del V Centenario de la revolución comunera, que tanta importancia tuvo, no solo para nuestra comunidad, sino para el conjunto de todos los territorios que formaban parte de la corona de Castilla, y por lo tanto, para todo el conjunto de España. Y muchas éramos las personas que desde hacía meses reivindicábamos una justa celebración de este quinto centenario que debió empezar este 16 de abril.

Hablar de los comuneros no es hablar de una simple derrota como dicen quienes pretenden negar la historia en pos de no sé qué intereses políticos. Hablar de la Guerra de las comunidades de Castilla significa hablar del germen del constitucionalismo europeo. El 1 de agosto se cumplirán 500 años de la creación de la Santa Junta de Ávila, el máximo órgano dirigente para los comuneros, podríamos decir su legítimo gobierno, que aprobó la Ley Perpetua, el primer proyecto de constitución de la historia, que inspiró, incluso, la independencia de los EE.UU.

Sin embargo, era manifiesto que a pesar de las evidentes repercusiones históricas y sociales para Castilla y León, España e incluso Europa, y de su innegable importancia, las instituciones a las que les correspondía estaban haciendo oídos sordos a tan importante efeméride. De hecho, la cuarentena pilló a la Fundación Villalar renombrándose y cambiando los estatutos para alejarse del territorio que vio morir a los principales líderes comuneros y de las principales reivindicaciones históricas que durante 40 años se habían dado cita en la campa de Villalar.

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Por eso, cuando el 2 de abril las Cortes de Castilla y León acordaron la suspensión de los actos previstos (¿se habría previsto algún acto ya?) para el día 23, muchos no pudimos evitar pensar que la cuarentena le había venido a alguno como agua de mayo para escabullirse de la celebración y dar la puntilla definitiva no solo a la celebración del V Centenario sino a la celebración del 23 de abril en Villalar, tal y como la conocíamos hasta el momento.

Pero quienes llevaban tantos años queriendo acabar con esta celebración no contaban con que la fiesta que celebramos el 23 de abril no es suya, sino del pueblo, y que no había coronavirus ni intereses espurios que pudieran arrebatar a los castellanos las ganas de festejar y reivindicar un futuro para su tierra, aunque tuvieran que convertir sus casas en la mismísima campa.

Y así, durante las dos semanas previas a la fiesta del día 23, hemos visto las redes sociales inundadas con recuerdos fotográficos y vídeos de años pasados, hemos visto a nuestros profesionales de la música tocando y cantando a través de la red, distintos recortes de prensa de distintas décadas… Gente de todas las provincias se iba sumando a la celebración de Villalar en casa y, finalmente, pudimos saber que el día 23 de abril decenas de miles de personas vivieron la fiesta desde sus casas: muchos, ataviados con la clásica bota de vino, no dejaron pasar la oportunidad de degustar, como si en la misma campa estuvieran, tortilla, torreznos, chorizo y otros manjares de la tierra… A otras las vimos con el pendón en el balcón y quienes más suerte tuvieron pudieron escuchar desde la ventana la dulzaina de algún vecino echando al viento el Canto de esperanza.

Tras el 23 de abril de 1521, Castilla se convirtió en el granero del reino y los castellanos en desgraciados solados destinados a morir por los intereses del mismo rey contra el que se levantaron. Hasta hoy.

A la vista de lo ocurrido no parece difícil discurrir que quienes hoy nos gobiernan viven en el “desde entonces ya Castilla no se ha vuelto a levantar”; sin embargo, miles de personas les recordamos el pasado 23 que “si los pinares ardieron, aún nos queda el encinar”.

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Virginia Hernandez
isaeirene2015@gmail.com