Duelo electoral


Suelo acostarme sobre las 12. Aunque muchas veces me quedo plácidamente dormida desde las 11 en el sofá. Normalmente, viendo alguna serie o el programa idiota de turno. Me quedo dormida a pierna suelta. Como si no existiese la preocupación.

Anoche eran las 2 de la mañana y no conseguía dejar de llorar. Paralizada en el mismo sofá en que otras noches pierdo la noción del tiempo.

Pero la noche siempre llega.

Incluso a los corazones más atribulados.

Y el amanecer también.

Aunque ha sido duro despertarse hoy en Castilla y León.

El despertador suele sonar sobre las 7. Lo apago rápidamente para no despertar a quien duerme conmigo. Lucho después para no ser yo quien se vuelva a dormir. Pero tras unos minutos de pereza, saco el cuerpo de miseria para levantarme antes de que vuelva a sonar. No quiero perturbar el sueño de quien duerme conmigo.

Hoy no hizo falta el despertador. Ha sido duro despertarse hoy en Castilla y León. No necesita despertador quien se sabe rodeada de tanto odio.

Abrí los ojos y era de noche. Muy de noche. Tenía el estómago del revés. Los ojos hinchados. Enseguida supe que ayer había sido 13 de febrero.

Se acabó la época de hacer política con las ideas, llegó la hora de hacerla con el cuerpo.

Aún en la cama volví al punto cero de la noche anterior. Tampoco sé para qué levantarme. Por estadística debo de estar rodeada de gente que ha votado odio y retroceso de derechos. De mis derechos.

Ayer apuntaban con el dedo, hoy pueden apretar el gatillo. Nos olvidamos para siempre de una legislación autonómica que nos proteja. Veremos si no llega una que, además, nos ataque.

Dice un refrán alemán que cuando en una mesa hay diez personas y un nazi, en esa mesa hay once nazis. En mi tierra 378.896 personas van a sentar a la mesa a 212.605 nazis.

Es duro despertarse hoy en Castilla y León y saber que se acabaron los sueños. Qué exageración, diréis. Son los mismos de siempre. Sí, pero ahora tienen poder. Se acabó la época de hacer política con las ideas, llegó la hora de hacerla con el cuerpo. Quien aún duerme al otro lado de la cama es una mujer.

No habéis votado contra mis ideas. Habéis votado contra mí.

Lo último que me dijo anoche antes de dormir fue que mejor nos íbamos fuera. Cómo formar una familia en una tierra que ha votado que no quiere a nuestra familia.

Y a pesar de que son 212.605, me cuesta saber, cuando por fin me atreva a levantarme de la cama, a quién tengo que mirar a los ojos y preguntar: por qué.

Los votos impersonales tienen consecuencias personales. Y familiares.

Lo último que me dijo ella antes de dormir fue: nos marchamos.  Pero yo digo que nos quedamos. Se acabó la época de hacer política con las ideas, llegó la hora de hacerla con el cuerpo. Los votos impersonales tienen consecuencias personales. Nosotras somos la consecuencia. No solo tendréis que rebatir mis ideas. Tendréis que rebatir también mi cuerpo.

 


Virginia Hernández
virginiahgz@gmail.com