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Buitre no come alpiste (como el título de la canción)


El artículo que empiezas a leer me ha costado escribirlo una semana… Y a decir verdad, ni siquiera sé si esto que estoy empezando a escribir es lo que, finalmente, vas a leer.

Carlos, el director de La Mar de Campos, me sugirió que escribiera el artículo de este mes sobre el tema por excelencia en estos días, el coronavirus, y, aunque os pueda parecer mentira, no he sido capaz en siete días e incontables borradores de expresar lo que siento. O quizás sí, y lo que he hecho ha sido aplicarme autocensura porque, en un alarde de pesimismo bastante impropio de mí, donde mucha gente ve que esta crisis está sacando lo mejor de nosotros mismos, a mí me parece que está mostrando nuestra peor cara (sanitarios, transportistas, cajeras de supermercado etc. en ejercicio de sus trabajos aparte, claro… Bravo por ellos.).

Pero mirad… Me pasa que se me revuelven las tripas cada vez que decido asomar la cabeza por las redes sociales o la televisión, la única ventana al contacto con la sociedad y la realidad que tenemos ahora mismo. ¿De verdad somos una sociedad tan egoísta y mezquina como estamos pareciendo? Y no me refiero ya a los madrileños o a los valencianos que han pretendido escapar de sus agujeros negros hacia otras madrigueras y que buenas críticas han llevado, que por otra parte no son todos los madrileños ni todos los valencianos, sino algunos madrileños y algunos valencianos que tienen posibles económicos para permitirse traicionar al conjunto de la sociedad, como, podríamos presuponer, quizás lo hagan en su vida o actividad laboral cotidiana.

Pero no me interesa esta anécdota. Me interesa lo que veo a través de la gente que conozco. De lo que quiero hablaros es de cuánto me horroriza leer lo que escribís vosotros, la misma gente con la que hace tan solo unas semanas podría haber estado compartiendo un café.

La gente se muere por cientos, hay quien no sabe si cuando acabe todo esto volverá a trabajar, quien no puede despedirse de sus familiares, quien no tiene posibilidad de conectarse a Internet para que sus hijos puedan hacer los deberes o, peor, quien no tiene siquiera para darles de comer. Pero buitre no come alpiste (como el título de la canción), y tras el catártico aplauso de las 20:00h. ¿Qué?

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Fuente: RTVE

Pues lo que encuentro son interminables mensajes iracundos contra la gestión del gobierno, ¡oh sorpresa!, escritos por las mismas personas que vertían mensajes iracundos contra el gobierno antes de que nada de esto pasara. Vertidos de espumarajos por la boca a cuenta de la manifestación del 8 de marzo por parte de las mismas personas que, ¡oh sorpresa!, echaban espumarajos por la boca cada vez que escuchan algo relacionado con la igualdad. Y lo que peor llevo, vídeos y vídeos descontextualizados, artículos y artículos sin ningún tipo de rigor, de crítica, de contraste, que lo inundan todo. De repente la guerra. El insulto. La incivilización. La mentira. Porque la carroña para alimentarse no necesita saber si lo que le hace grande es verdad. ¡Y para qué documentarse!

Todo el mundo, parece, sabía ya lo que iba a pasar. Y también, parece, conocen mejores maneras de gestionar lo que nos está pasando. Pero lo único que evidencia esta situación es que lo que ya existía era una caterva de irresponsables dispuestos a decir que todo mal, con independencia de lo que pudiera pasar, en una situación en la que probablemente nadie querría ser ni presidente del gobierno, ni consejera de sanidad, ni siquiera, si me apuráis, alcalde de su pueblo. Porque sí, toda esta avalancha de críticas destructivas no conoce ni de entidad administrativa ni de color político y hay alcaldes que a la maltrecha ayuda que estamos recibiendo las entidades locales tienen que sumar el aluvión de críticas e insultos de vecinos que no quieren perder la ocasión de desestabilizar el gobierno de a quien nunca votaron ni votarían, acusándoles, si fuera necesario, incluso, de traer el coronavirus hasta sus pueblos.

Por eso, esta no es una defensa del gobierno, sino una crítica de una persona absolutamente decepcionada a quienes como ratas no han perdido la ocasión de enmierdar la situación en vez de remar todos en una misma dirección.

Y veo cómo se desatan las más bajas pasiones y sentimientos y, francamente, me abochorna ver a la gente jaleando a la policía o al ejército y exigiendo más violencia. Me abochorna ver a la gente señalando desde las ventanas al vecino traidor que sale a la calle, cuando ni siquiera sabemos si va a trabajar o lo hace por algún tipo de prescripción. El otro día llegó a mi teléfono la imagen de un portal en el que se señalaba, mediante una circular, a dos vecinos que no salían a aplaudir al balcón a las 20:00h y se pedía al resto del vecindario que los denunciase cuando salieran a sacar al perro. Habría que preguntar a todos los que aplauden si votaron a partidos que no recortaron en sanidad durante su gestión, porque de aquellos recortes también el porqué de esta situación. Y esto va más de responsabilidad social y coherencia que de psicología colectiva.

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Fuente: La Voz de Asturias

¿De verdad somos esta sociedad hipócrita, inquisidora, vengativa y analfabeta? En la gestión de una crisis las personas inteligentes buscan soluciones y los necios culpables. Y como ven, yo, a pesar de llevar incontables borradores, no he sabido reponerme ante la tristeza y la decepción tras ver cómo abundan los segundos.

Dicen que puede quedarnos un mes de encierro, espero entonces que en mi próximo artículo me hayan convencido los que dicen que esta crisis mostrará nuestra mejor cara. Les pido entonces disculpas por el artículo de hoy. Sin duda, vendrán tiempos mejores.

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Virginia Hernandez
isaeirene2015@gmail.com